Turismo

Almuerzos con bandoneón: volvió el show que late en San Juan y Boedo

Hay esquinas en Buenos Aires donde el tiempo parece haberse detenido. Donde el presente, el pasado y el mito se abrazan sin pedir permiso. Una de ellas, acaso la más emblemática del sur porteño, es la de San Juan y Boedo. Ahí donde la poesía de Manzi se volvió bronce, volvió también algo más que un ritual: volvió el almuerzo tanguero.

Es domingo y el sol cae oblicuo sobre las veredas anchas. Hay gente que llega caminando con paso tranquilo, como quien entra a una ceremonia. Otros bajan de taxis, con cara de turistas curiosos y teléfonos en mano. Todos vienen buscando lo mismo: vivir algo que los saque de la rutina, algo que huela a Buenos Aires auténtica.

En el interior de la Esquina Homero Manzi, todo invita a quedarse. Las luces tenues, las paredes cargadas de historia, las mesas con manteles blancos y la atención de esos mozos que parecen haber trabajado ahí toda la vida. No es un restaurante temático, ni un show para extranjeros. Es, más bien, un templo popular. Uno donde se puede comer bien, beber mejor y emocionarse sin que nadie lo juzgue.

El almuerzo transcurre en tres tiempos: entrada, plato principal y una sobremesa que no se mide en minutos, sino en tangos. En cuanto suenan las primeras notas del bandoneón, el murmullo se apaga. Una pareja de bailarines se desliza entre las tablas, como flotando. Los cuerpos hablan un idioma que no necesita traducción. Cada giro, cada pausa, cada abrazo dice algo sobre el amor, la pérdida, la espera. Y también sobre nosotros, los que miramos.

Esquina Homero Manzi | Sitio oficial de turismo de la Ciudad de Buenos Aires

Hay turistas que no entienden la letra, pero aplauden con fervor. Hay porteños que vienen por segunda vez, y no se cansan. Hay un grupo de mujeres con ayer en sus miradas ante cada estrofa tanguera. Y hay una señora sola, en una mesa al costado, que se limpia los lentes mientras el bandoneón se queja de arrabales.

No hay pantallas, ni filtros. Solo música en vivo, vino tinto, una milanesa con papas, y la sensación –tan rara en estos tiempos– de estar en el lugar justo, en el momento justo.

Afuera, Boedo sigue su ritmo de barrio. Los colectivos pasan, los perros pasean a sus dueños, y algún vecino asoma la cabeza desde el balcón. Adentro, en cambio, el reloj se detiene. Porque el tango no se mira: se respira.

Cuando el show termina, no hay ovación impostada. Hay aplausos sinceros, algunos “bravo” tímidos y muchas sonrisas. Los artistas saludan, los mozos vuelven a girar entre las mesas, y alguien pide un café antes de irse. Nadie se levanta apurado.

Volvieron los almuerzos tangueros a Esquina Homero Manzi. Pero más que un regreso, es una reafirmación: el tango no se fue a ningún lado. Estaba ahí, esperando que volvamos a sentarnos a la mesa.

🗓 Domingos 13 h
📍 Av. San Juan y Av. Boedo – CABA
📲 Reservas: @esquinahomeromanzi
🌐 www.esquinahomeromanzi.com.ar

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