Apostillas de la Vida Cotidiana
El Pibe que conoce el final…

Agarró por el parque y camino rápido. Estaba ofuscado, molesto. Sacudía las manos y balbuceaba. Su mirada concentrada en una piedrita que venía petando desde hace varios metros. Su mente repasando el momento. “Mas despacio, la próxima más despacio, suave, si no sos un animal” se repetía y mordía los labios inferiores. Alzó la vista. Vislumbro a lo lejos el perfil de la edificación, kilos de cementos pintados en negro y rojo. Volvió sus ojitos a la piedra y la impactó con fuerza. El material inhumano dio saltos irregulares y se perdió en la maleza.
Enfiló a la cortada, amagó con trotar para llegar más rápido pero se detuvo en seco. Entrecerró los ojos y clavó la mirada en un rincón, cerca de los arboles mezclada entre yuyos y tréboles, apareció una botella. Una botella azul con franjas amarillas verticales. “Lo que le faltaba al día de hoy” se dijo, tomo impulso y guío el empeine zurdo para darle de lleno al recipiente y hacerlo volar por los aires, pero al instante previo del golpe, la botella se esfumó. Hubo una explosión silenciosa y todo se cubrió de polvo blanco. “Como cuando un ninja desaparece y tira esas bombitas de humo” pensó. Sacudió al aire su mano para dispersar la nube de talco y ahí lo vio por vez primera.
Sentado sobre una alfombra de colores morados, ocre y marrón estaba una especie de hombrecito. Flacucho, de facciones marcadas y nariz larga. Unos pocos pelos insinuaban una especie de barba y dos bigotes largos y finitos. “Como los de ese pintor loco que vimos en la escuela” recordó. Quiso salir corriendo pero algo en su interior lo paralizaba. Sostuvo la respiración y sintió el latir de su corazón con fuerza, golpeaba su pecho como pidiendo salir.
-Hola! – Dijo el hombrecito vestido con una túnica blanca y larga – soy Eraclus. Me enviaron de algún lugar que ya conocerás para cumplirte un deseo.
-Que deseo? – titubeó
-El que quieras, tú eliges. Como en los cuentos, aunque es sólo uno. Pero antes deberás saber que yo no solo cumplo los deseos. Sino que armo historias detrás de ellos. Creo guiones épicos. Situaciones majestuosas. Cambiaría tu vida, tu destino, el de tus amigos y familiares. Pero tu deseo se hará realidad. Así que debes pensarlo bien – advirtió el hombrecito haciendo gestos actorales y con la mirada perdida en el horizonte como quien recita una obra clásica.
-No tengo que pensarlo mucho. Quiero ser campeón del mundo.
El hombrecito lo examinó con la mirada, una y otra vez. Suspiro y dijo: “Perfecto. Ya hice esto hace un tiempo. Lo que nos limita un poco las cosas. Tengo que pensar el cómo. No puedo repetir las mismas historias. Es parte del contrato que firme” – Sacó de entre las túnicas una pluma de pavo real de color verde azulado y un anotador viejo – “Pidió lo mismo, ese chico aquella vez, y como era de recursos bajos fue fácil. Imitamos la “Cenicienta”, una especie de “Patito feo” que se convertiría en Cisne” – detalló mientras miraba las anotaciones.
-Puedo lesionarme, y luego volver con todo – Quiso ayudarlo.
“No puedo, hace unos años lo hice con uno que me pidió meter un triple mágico bajo la chicharra. Un pibe flacucho, rubio. Jugaba al básquet y le dije vos a jugar al futbol. No solo vas a meter uno, sino miles de goles mágicos. Con el pie, la cabeza, la espalda. En la lluvia, con neblina, de noche, con sol, con los dos pies juntos…
El nene rió ante esta última frase, y el hombrecito continuó hablando “Pero en un momento te vas a lesionar mal, muy mal. Todos van a imaginar que no podes seguir y ahí volvemos. Y terminarás con ese gol bajo la lluvia en un momento épico. Estamos trabajando en eso. Ya lo veras”
-Y entonces? – le preguntó.
“Vamos a hacer lo siguiente. Vas a ser el mejor del planeta. Vas de deslumbrar a todos. Brillar, marcaras los mejores goles, las mejores jugadas que nadie jamás pudo imaginar. Vas a explotar, pero no acá, sino en el mejor club del Mundo”
-Pero si yo vivo acá, como voy a jugar en otro país? – preguntó con un dejo de tristeza.
“Eso déjamelo a mi” – Respondió con aire superador el hombrecito – “Vas a estar en la elite del deporte, todos los ojos del mundo se posarán en vos. Harás maravillas con la pelota y volverás para vestir la camiseta de tu país”…
-Y cuando juegue el Campeonato la rompo…-lo interrumpió
“No, te dije que lo mío es épico, inmortal. Eso sería predecible. Entonces cuando tengas que hacerlo para ganar el título no serás el mismo. Te voy a bloquear una y otra vez, tus tiros fallaran y tu habilidad menguará. No podrás hacer lo mismo”.
-Entonces la segunda vez que juegue si lo logaré, como Rocky que perdió la primera…
“No lo vas a lograr ni en la primera, ni en la segunda” retrucó.
Frunció el ceño y con disgusto dijo “Bueno, la tercera, la tercera es la vencida dirá la gente”…
El hombrecito rio con fuerzas. “Nada….nada que sea predecible te dije”- Y anotó en el cuadernillo – “En la tercera estarás cerca, muy muy cerca, vas a tener la Copa ahí, a unos centímetros. La vas a mirar con tantas ganas, con tantas fuerzas que asombras a todos. La rozaras pero tampoco la tendrás….”
Ya se estaba molestando con tanta cháchara y amenazó con irse. “Me estas engañando, nadie tiene tantas posibilidades”
“La vas a conseguir cuando estés tan lejos de lograrla que ni vos mismos vas a poder creerlo. Sentirás que todos tus esfuerzos fueron en vano. Cuando todas tus esperanzas se resuman a la nada misma…ahí entonces me veras de nuevo” Sentenció el hombrecito y despareció dejando la misma estela blanca que formó minutos antes.
Corrió, corrió rápido a su casa y quiso contarlo a su vieja que lo esperaba con el tazón de leche caliente. Pero no se animó. “Pensara que deliro” pensó. Tampoco lo contó a sus amigos ni a su padre. Esa tarde se limitó a tomar la merienda mirando el televisor que mostraba las andanzas de “Piluso” y guardó silencio para siempre.
Ya se había duchado y miraba a sus compañeros en silencio. Cabizbajos. Mirando el piso que contenía vendas, cintas y pantalones desparramados. Suspiró, se rasco la cabeza como buscando una explicación y entonces abrió su bolso y ahí estaba. La misma botella que había visto una veintena de años atrás, en el bosque, esa tarde cuando venía de jugar un picado en el potrero y no entendía como ese tiro libre que podía definir el partido se había ido tan lejos del palo derecho. La toco casi con miedo y nada. La sacudió con más fuerzas y nada. Se levantó, siempre callado, y fue al baño. Trabó la puerta y extrajo la botella que, a diferencia de aquella vez, hacia juego con los colores de ese vestuario.
La botella entonces si se desvaneció por completo y el hombrecito, tal como lo recordaba, con su túnica y sus largo bigotes apareció. Sonrió y sus ojos saltones se posaron en los suyos. “Es el momento “Pulga”. Es ahora. Ahora cuando todos están convencidos de que nunca lo lograrás. Es tu gol clave en el próximo encuentro el que te abrirá las chances de tu cuarta Copa. Tu Copa. La que me pediste en el bosque esa tarde…disfrutala” dijo con una sonrisa y desapareció por siempre…